lunes, 29 de septiembre de 2008

San Josemaría, el gran artista. Su arte: la Obra de Dios.

Por: Juan José Mesa*


De acuerdo a la definición o significado original de la palabra, arte viene de la palabra latina ars, que significa el producto del proceso de la aplicación efectiva de una serie de conocimientos combinados con ciertas destrezas. Para lograr una buena obra, se necesita entonces: inspiración y trabajo. Este último, de la manera en que se haga marca la diferencia en una obra de arte.

San Josemaría, a parte de santo, fue un gran artista guardando las distancias con cualquier otro.

El 2 de octubre de 1928 mientras estaba ordenando unas fichas (papeles), cuando hacia su curso de retiro en el convento de los Padres Paules en Madrid, de repente le llegó la inspiración. Sintió que Dios le iluminaba una idea maravillosa: fundar una institución en la cual cada persona, siguiendo sus labores ordinarias en el mundo, se dedicara mediante una labor apostólica propagar el reino de Cristo, y por este medio fuéramos santos. Y fundó el Opus Dei u Obra de Dios que ahora está extendida por todos los países del mundo.
Lo mismo ha ocurrido con todos los artistas que han dejado un legado importante. La diferencia está, en que en esta obra el artista hace el llamado universal a la santidad personal. Utilizó sus conocimientos y sus destrezas para realizar una obra maestra, inmortal e imperecedera, que funciona sin hacer ruido al tic-tac del reloj y revestida de gracia divina. Su obra es el Opus Dei.

Para comprenderlo mejor tomamos de su libro Camino: “La gente tiene una visión plana, pegada a la tierra, de dos dimensiones. - Cuando vivas vida sobrenatural obtendrás de Dios la tercera dimensión: la altura, y, con ella, el relieve, el peso y el volumen”. (Camino n 279)
Nos confirma también este punto de su libro, de manera clara, precisa y bastante plástica – por cierto – que es en la vida ordinaria donde cada uno también puede ser artista y encontrar en su vida, el lugar perfecto para realizar una obra de arte.

San Josemaría destacó su mirada amorosa hacia todo lo creado, su talante abierto y receptivo, su saber mirar y admirarse ante cualquier manifestación de creatividad humana. Nos dejó claro que fue también un artista del lenguaje, del orden, y del apostolado. Nos enseñó que el arte de la oración, la templanza y reciedumbre en el ser humano, son la materia prima para el encuentro cotidiano con Cristo. Y, que es, en medio de las cosas más materiales de la tierra, donde debemos santificarnos, sirviendo a Dios y a todos los hombres.

Su legado cumple, el próximo 2 de octubre tan sólo 80 años y su obra está expandida por el mundo entero, dando frutos. Una obra que tiene características eminentemente seculares, que sin ser eclesiásticas, derivan en importantes centros de formación y labor apostólica a todos los niveles. Una obra de promoción humana, cultural, social, realizada por ciudadanos del mundo, que procuran iluminarlas con las luces del Evangelio y caldearlas con el amor de Cristo.

(*) El autor es médico, director de medios informativos, galerista y reconocido promotor de las artes visuales de República Dominicana.

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